1.885 – 1.967

PROPIETARIA DE TIENDA Y BAR-RESTAURANTE DE LA ESTACIÓN DE TREN DE PLENTZIA

Mercedes Irala Barrenetxea nació en Plentzia el 24 de septiembre de 1885.  El padre de Mercedes murió joven y la familia decidió casar a su pupilo, Francisco García, con alguna de las hijas para que ayudara en casa y para que hubiera un hombre en la familia. Por ello, Mercedes y Francisco contrajeron matrimonio cuando ella tenía 16 años y él 26.

La pareja se fue de viaje de novios a San Sebastián y, debido a su diferencia de edad, las autoridades de la ciudad pensaron que Mercedes había sido secuestrada por Francisco. Así, Francisco pasó la noche de bodas en el calabozo de la capital guipuzcoana. El hecho quedó en una anécdota cuando las autoridades llamaron al jefe de la estación de tren de Plentzia, la única persona que tenía teléfono en la Villa, quién respondió literalmente que Mercedes y Francisco estaban “casados cristianamente”.

El matrimonio tuvo dos hijas, Antonia y Mariana, y cuatro hijos, Eugenio, Enrique, Miguel y  Nicas. La familia vivía en un caserío ubicado al lado de la estación de tren, junto con las sobrinas  de Mercedes, Begoña y Marina. Este caserío era muy grande ya que, además de la vivienda de la familia, también albergaba, en la planta baja, una cuadra y un garito donde criaban cerdos; y, en el primer piso, la tienda y el bar-restaurante que la madre de Mercedes había fundado unos años antes y que ella siguió regentando. En el exterior del edificio tenían una pequeña huerta donde cultivaban los alimentos para los cerdos. 

Poco a poco, la descendencia de Mercedes dejó el caserío y, únicamente, se quedaron Nicas, Mariana y las sobrinas Begoña y Marina para ayudarle a gestionar el negocio. Aunque la ayuda de estas personas fue indispensable para sacar adelante la tienda y el bar-restaurante, principalmente era Mercedes quien que los dirigía: ella atendía a la clientela, controlaba la mercancía y los pedidos, llevaba la contabilidad y hacía todo lo necesario para que el establecimiento funcionara. 

En la tienda se vendían artículos de diferente naturaleza: desde zapatillas y abarcas hasta aceite, legumbres y pasta. Todo de muy buena calidad. En concreto, el bacalao llegó a tener  fama de ser uno de los mejores de la zona, y por ello, acudían a la tienda vecinos y vecinas de Plentzia, Gorliz, Barrika, Urduliz y Sopela. 

La jornada laboral de Mercedes comenzaba, todos los días del año, a las 05:00 de la mañana, cuando abría el bar para poder servir a las personas que cogían el primer tren, a las 05:40 horas. Según comentaba, con el café y la copa que servía a los hombres antes ir a trabajar hacía la mejor caja del día. Y su jornada finalizaba en el momento de acostarse, ya que también se ocupaba del cuidado de su familia y de las tareas domésticas.

Su marido, Francisco, trabajaba en la estación de tren y criaba, al año, entre 6 y 8 cerdos. Cada mes de invierno la familia hacía una txarriboda pero, el día en el que se mataba al cerdo, Francisco se marchaba a la casa de familiares porque no soportaba escuchar los gritos de los cerdos que había criado con tanto esmero. Por su parte, las mujeres de la familia, después de la matanza, se reunían y hacían los chorizos y las morcillas. 

Tras acabar con todo el cometido, Mercedes preparaba una merienda-cena en el bar que era esperada con gran expectación por toda la población de Plentzia.

Además de la txarriboda, Mercedes preparaba las otxaradas, es decir, cestas planas con una capa de hojas de berza en la cuales se colocaban los alimentos obtenidos de la txarriboda. Estas cestas se regalaban a las vecinas y vecinos bien para devolver una otxarada que se había recibido, bien por amistad, o bien para reforzar relaciones.

Mercedes supo cuidar de su clientela. Teniendo en cuenta la precaria situación económica que se vivía en aquellos años, Mercedes era flexible con los pagos y, en algunas ocasiones, incluso aceptaba el trueque. La ría de Plentzia era muy angulera y, como Mercedes era conocida por matar muy bien las angulas, la gente acudía a pedirle que las matara. A cambio de este trabajo, en lugar de recibir dinero, en muchas ocasiones se conformaba con quedarse parte de las angulas que había matado.

Lo mismo sucedía con unos comerciales que solían ir a Plentzia a vender telas y frecuentaban el bar de Mercedes para comer. En este caso, ella también aceptaba telas en forma de pago que, posteriormente, utilizaba para mantelería, ropa de cama y cortinas. 

La tienda y el bar de Mercedes se convirtieron tanto en un punto de referencia de Plentzia como en la casa de todas las y los vecinos de la villa. Ya fuera para hacer las compras, para beber, almorzar o merendar, las puertas siempre estaban abiertas a todo el mundo. Había personas que, antes de coger el tren a Bilbao, dejaban sus abarcas en la tienda y se ponían un zapato más adecuado para ir  a la ciudad; y a la vuelta recogían sus abarcas para regresar a sus casas con un calzado más cómodo. 

El bar también se convirtió en un referente para las personas que acudían al hospital de Gorliz, ya que aprovechaban la situación del establecimiento para esperar al autobús que se dirigía al  centro médico. 

Mercedes Irala Barrenetxea continuó trabajando hasta pocos días antes de su fallecimiento, en el año 1967. Fue una mujer con una extraordinaria fortaleza y espíritu de sacrificio, que supo sacar adelante sus negocios al mismo tiempo que se encargaba de la familia y construía una vida social. Ha sido y será recordada tanto por vecinos y vecinas de Plentzia, como de los municipios de alrededor.