Teresa (1.910 - 1.992) y Mercedes (1.915 – 1.993)

Teresa y Mercedes Bareño nacieron en la calle Artekale de Plentzia en los años 1910 y 1915, respectivamente. Su padre, Bernardo Samuel Bareño, era jefe de máquinas de la Naviera Sota y Aznar y su madre, María Concepción Artaza, se ocupaba del cuidado de las hijas e hijos y de las tareas domésticas con la ayuda de las añas. María Concepción era una mujer encantadora que procedía de una familia adinerada, lo cual permitió que llevaran una vida acomodada.

La familia Bareño Artaza vivió varios años en la casa donde nacieron Teresa, Mercedes y su hermano Enrique, hasta que se trasladaron a Gandias.

A consecuencia de la Guerra Civil Española, la situación de la familia cambió: Bernardo Samuel Bareño murió en Palma de Mallorca, donde se encontraba sitiado por la guerra, y las dificultades económicas y la escasez llegaron a casa de la familia Bareño. Por este motivo, Teresa, Mercedes y Enrique comenzaron a impartir clases particulares en Plentzia: enseñaban a leer y a escribir, ayudaban a preparar exámenes para la reválida, daban clases de refuerzo.

Gracias a los ingresos obtenidos con el trabajo de Teresa y Mercedes como maestras, se pudieron sufragar los gastos comunes ocasionados por la familia. Sin embargo, el salario de su hermano Enrique se destinó, exclusivamente, a pagar sus estudios de profesor mercantil ya que, en aquella época, todos los sacrificios económicos de las familias estaban dirigidos a los hombres. Por tanto, fue Enrique el único que pudo realizar estudios superiores.

Durante unos años, Teresa y Mercedes abrieron una academia de enseñanza a la cual acudían tanto alumnos y alumnas de Plentzia como veraneantes en los meses de verano, pero tuvieron que cerrarla y decidieron seguir trabajando de casa en casa.

En la familia de las hermanas Bareño siempre existió un gran interés y gusto hacia los libros, la narración y la educación, lo cual ellas intentaban transmitir a su alumnado. Eran muy perseverantes para que los y las jóvenes aprendieran a leer y a escribir y aprobaran sus estudios. Para Mercedes y Teresa, el ejercer como maestras, no sólo era un trabajo, iba mucho más allá, era una vocación. En su opinión, y en opinión de su familia en general, la educación era primordial para el desarrollo de las personas y para lograr más oportunidades que permitieran construir un buen futuro.

Antes de impartir las clases particulares, Teresa y Mercedes estudiaban el sistema que se utilizaba en los centros educativos para adecuarse a su modelo de enseñanza.

Aunque las hermanas Bareño compartieran el oficio y las ganas de enseñar, eran mujeres muy diferentes. Mercedes era una mujer de muy buen carácter, amable, algo retraída y convencional. Por su parte, Teresa era el polo opuesto: moderna, independiente, un espíritu libre al que no le gustaban los convencionalismos ni se preocupaba por lo que la gente pudiera decir. No se dejaba avasallar, siempre siendo muy respetuosa.

Teresa era capaz de trasladar a las personas a un mundo mágico a través de los cuentos, los cuales mezclaba con la mitología vasca y los ambientaba en Plentzia y en sus alrededores. De esta forma, mediante historias y anécdotas, se encargaba de transmitir información sobre la procedencia de la familia a las siguientes generaciones.

Teresa y Mercedes siempre vivieron juntas. Cuando ya eran mayores, Teresa contrajo una neumonía y Mercedes, la hermana más precavida, decidió pedir plaza para ambas en la residencia de Barrika puesto que, en su opinión, poco a poco no podrían valerse por sí mismas y necesitarían ciertos cuidados. Sin embargo, mientras Mercedes se acomodó enseguida a la vida de la residencia, Teresa no encontró su sitio y, siempre que se le presentaba la ocasión, salía a pasear desde Barrika hasta Gandia para dar de comer a los gatos.

Teresa jamás paró de sorprender a su familia. Un día de visita en la residencia, comenzó a tocar el piano y a recordar canciones que había aprendido muchos años antes. Hasta ese momento, nunca había mencionado a sus sobrinas y sobrinos que había recibido clases de piano en su infancia y juventud. Era una mujer llena de misterios.

Las hermanas Bareño dieron clase a muchas generaciones ya que permanecieron en activo hasta bien avanzados los sesenta años. Muchos antiguos alumnos y alumnas acudían a ellas para que ayudaran a su descendencia con los estudios. Su alumnado las recuerda por su dureza y agradecen su perseverancia para que lograran acabar sus estudios. La familia, en cambio, recuerda a Mercedes por su amabilidad y generosidad y a Teresa por la capacidad que tenía para trasladarles a un mundo lleno de magia, misterio y sueños.

Teresa y Mercedes Bareño fueron otro ejemplo de mujeres que habrían podido llegar mucho más lejos si la guerra no hubiera truncado sus vidas.