ACADEMIA Y TALLER DE SASTRERÍA  /  ULTRAMARINOS  /  ZAPATERÍA

Modesta (1893 – 1976),  Rufina (1895 – 1974),  Agustina (1897 – 1982),  Felisa (1898 – 1966)  y  Carmen (1904 – 1993)

Modesta, Rufina, Agustina, Felisa y Carmen Fullaondo nacieron y se criaron en el caserío Portume, entre Armintza y Bakio. No obstante, a lo largo de los años, las cinco hermanas decidieron trasladarse a Plentzia donde se reencontraron.

Modesta llegó a Plentzia recién cumplidos los 18 años y conoció a Andrés Fernández, con quien se casó. Tras un año y medio de matrimonio, Andrés falleció y un par de meses después nació su hijo. Para dar a luz Modesta regresó al caserío Portume y su estancia allí se alargó durante dos años. Tras este periodo de tiempo, Modesta volvió a Plentzia y trabajó sirviendo para la familia Abrisketa.

Años después, Modesta decidió abrir una tienda de ultramarinos y una zapatería y, para ello, alquiló la planta baja de la casa de Isidro Ageo. Ella vivió en una casa de la calle Goienkale hasta que Isidro Ageo se mudó a otra casa y Modesta aprovechó la oportunidad de alquilar la casa entera y, así, poder vivir en el mismo edificio en el que había establecido sus negocios y donde, posteriormente, residirían todas las hermanas.

Las siguientes hermanas en ir a vivir a la Villa fueron Rufina y Agustina que, al igual que Modesta, comenzaron la vida en Plentzia sirviendo, ambas en la casa de la familia Bilbao Munarriz. Al de un tiempo, las dos hermanas dejaron el trabajo: Agustina porque se casó con el marino Serafín Ruiz, y Rufina porque decidió ir a Bilbao, a una academia, donde se especializó en sastrería, ya que lo que más le interesaba era la costura de prendas para hombre. 

A los 30 años, Agustina enviudó cuando el barco en el que navegaba su marido Serafín, El Ibero, desapareció en Cardiff (Inglaterra). Tras este dramático suceso, Agustina comenzó a apoyar y ayudar a Modesta en la tienda de ultramarinos y zapatería. 

Felisa fue la cuarta de las hermanas en llegar a la Villa y, siguiendo los pasos de Rufina, aprendió costura en la academia de Bilbao especializándose en ropa de señora y blanco (ropa blanca).  Por último, llegó a Plentzia Carmen, la pequeña de las hermanas, quien se convirtió en tintorera, es decir, aprendió a lavar, planchar y teñir. 

Cuando Rufina, Felisa y Carmen finalizaron los estudios, se instalaron en casa de Modesta, donde abrieron una academia en la cual cada una impartía clases de sus especialidades y un taller en el que aceptaban encargos y cosían prendas para hombre y para mujer, lavaban, planchaban y teñían. Mientras tanto, Modesta y Agustina seguían ocupándose de la tienda de ultramarinos y zapatería.

Un año, las hermanas Fullaondo decidieron realizar la matanza del cerdo aplicando lo aprendido en el caserío Portume durante su infancia. Debido al éxito que obtuvieron sus chorizos y morcillas, a partir de ese momento todos los meses de diciembre se dedicaban a la matanza, sin dejar de lado el resto de sus negocios.

En aquella época, la casa de las hermanas Fullaondo se convirtió en un punto de encuentro referente de la Villa ya que era un lugar con mucha vida, lleno de gente y en el que se recibía a las y los vecinos de Plentzia a cualquier hora del día, ya fuera para tomar un café, realizar alguna compra o pedir un encargo de costura. 

Alrededor del año 1950, la madre de las hermanas enfermó y éstas decidieron que se trasladara del caserío Portume, donde continuaba viviendo, a su casa de Plentzia. Quien se ocupó de cuidar a su madre fue la pequeña, Carmen. En estos mismos años, Rufina y Agustina comenzaron a pensar en el futuro y creyeron conveniente cerrar la academia y el taller y abrir una tienda de tejidos y mercería en la cuesta de la Madalena. 

Las hermanas Fullaondo estuvieron al frente de sus respectivos negocios hasta que tuvieron edad para jubilarse y los dejaron en manos de las siguientes generaciones. No obstante,  aunque jubiladas, nunca dejaron de ayudar y de estar pendiente de la buena marcha de los establecimientos.

Las cinco fueron mujeres emprendedoras y valientes que, además de aprender una profesión, decidieron abrir sus propios negocios para poder trabajar para ellas mismas.